De acuerdo a cifras de un reporte de Allied Market Research, el mercado mundial de servicios de Open Banking en 2020 se situaba alrededor de 13,900 millones de dólares; sin embargo, se proyecta que alcance un tamaño anual de 123,700 millones de dólares para 2031.
“Es una industria completamente enfocada a la solución de problemas, tanto de sus usuarios como del mercado en su conjunto, y por ello no es de sorprenderse que se expanda a ritmos acelerados, particularmente en regiones como América Latina, en la que aún hacen falta esfuerzos grandes para avanzar en términos de inclusión financiera y bancarización de las personas”, explica Nick Grassi, Co-CEO de Finerio Connect.
Poco a poco, la banca abierta se ha conjugado con el ecosistema financiero (tanto con fintech como con banca tradicional) para crear un modelo de flujo de datos entre instituciones y clientes para el mejoramiento de la competencia en la industria, con crecimientos notables en países como México, Brasil, Colombia y Chile.
“El Open Banking ofrece la posibilidad de cerrar brechas, tanto tecnológicas como financieras, que catapultan a países en desarrollo. Sus beneficios para el desarrollo social son notables: impulsa la inclusión financiera, el desarrollo de nuevos y mejores productos y servicios y brinda a las poblaciones vulnerables herramientas financieras que les ayudan a mejorar su calidad de apunta”, apunta Grassi.
Principales desafíos regulatorios de Open Banking
Para que el Open Banking termine de florecer en América Latina es necesario que existan marcos regulatorios sólidos, tanto en términos de obligatoriedad de compartición de datos abiertos entre instituciones financieras como en cuestión de compatibilidad y desarrollos de interfaces de programación de aplicaciones (APIs).
“En México hay avances notorios en la materia, puesto que la ‘Ley Fintech’ contempla ciertos aspectos, pero es necesario que se cree un piso parejo en la industria, para que la banca abierta pueda ofrecer soluciones de infraestructura tecnológica tanto para jugadores grandes, como pequeños”, comenta el Co-CEO de Finerio Connect.
Desde 2020, la legislación mexicana contempla que los datos abiertos (agregados y transaccionales por igual) deben ser compartidos por todas las instituciones financieras del país; sin embargo, aún hace falta establecer criterios claros de compatibilidad entre las APIs de las aplicaciones digitales de la industria para facilitar el proceso de transparencia de la información.
Posibilidades en la región
Según registros de la más reciente Encuesta Nacional de Inclusión Financiera del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 49.1% de la población entre 18 y 70 años en México tiene una cuenta de banco, mientras que poco más de 70% tiene algún tipo de producto financiero formal, sin importar el tipo o la institución.
“Este contexto es ideal para que el Open Banking pueda seguir creciendo en México y América Latina. Precisamente porque su implementación ayuda a catapultar a la industria en su conjunto y atender las necesidades reales de los usuarios finales del sistema financiero, que al final son quienes más importan”, apunta el Co-CEO de Finerio Connect.