La banca abierta permite a los propietarios de cuentas individuales, ya sean consumidores o empresas, otorgar permiso para acceder a la información financiera asociada con su cuenta. Estos procedimientos son tan meticulosos que mitigan todo intento de fraude o robo de información.
Democratizar los datos es importante, pero también lo es hacerlo de manera segura. El principio general es que el consumidor final controle sus datos y tenga acceso a estos, tal elemento es fundamental. Hacer esto de forma segura no requiere compartir credenciales.
La banca abierta se basa en tecnología de acceso directo que permite al usuario o al consumidor autenticarse con su banco y luego hacer que el banco comparta un token para el acceso a datos desde su base. De esa manera, el permiso y la trazabilidad del flujo de datos es seguro y transparente.
Los datos se asignan de forma transparente y dependen totalmente de los permisos concedidos para su manejo. Además, como prueba adicional de transparencia, el banco conoce al proveedor externo.
Para evitar el fraude, se crean protocolos de intercambio de información que dependen totalmente de las voluntades de los usuarios, así como de las empresas o entidades que ofrecen los servicios y productos financieros.
De cara al futuro, más allá de hacer que la apertura y el mantenimiento de cuentas sean más seguros, veremos transformaciones digitales completas y de extremo a extremo de verticales, como la gestión financiera personal y los pagos.
Proporcionar una visión general de 360 grados del consumidor permite que las empresas y los consumidores tengan un acceso más fácil al capital y que los suscriptores midan el riesgo con mayor precisión.
La banca abierta afectará todos los aspectos de los servicios financieros durante la próxima década. Y el tema de seguridad en uno de los más relevantes, pues las apuesta es que las herramientas tecnológicas permitan blindar cada uno de los segmentos de intercambio de información.